Si la disidencia en Cuba nunca estuvo legitimada a nivel popular, ahora se deslegitima públicamente ante el gobierno de EEUU, que ha financiado y sostenido sus acciones.
El diario el Wall Street Journal reconoció que la administración Obama -lo que implica a otros sectores de poder en la sociedad estadounidense- ha restado importancia a los llamados opositores en la Isla, debido al carácter ficticio de los grupos contrarios al gobierno y Estado cubanos.
De manera que, dichos grupos ven peligrar su forma de vida y entrada de recursos financieros suficientes para vivir sin estar vinculados a trabajo alguno, ni en el sector estatal ni en el sector privado, además de una notable incapacidad para el diálogo y la elaboración de propuestas políticas creíbles. La hostilidad de Estados Unidos hacia Cuba les proveyó de un modo de existencia y por tanto se oponen a la eventual normalización en tanto podría suponer el fin de sus privilegios. Se alejan así no solo de la táctica de la Casa Blanca sino, más importante, de las aspiraciones de los cubanos que ansían unas relaciones recíprocas, dignas y beneficiosas de uno de sus vecinos más cercanos.
La huelga de Guillermo Fariñas es un ejemplo del desinterés por el intercambio pacífico, característico de las posturas extremistas, en especial cuando se han vinculado a hombres del terrorismo como Luis Posada Carriles.