Por Arthur González
El pasado 30 de mayo el diario El Nuevo Herald publicó un artículo titulado “Represalias contra disidentes cubanos que regresan a la isla”, dando inicio así a la campaña tergiversada y esperada sobre los viajes de estos asalariados de Washington.
Sobre el particular, se asegura que “el graduado de la Universidad cubana de Ciencias Informática y residente en la provincia de Las Tunas, Eliécer Ávila, fue objeto de un minucioso chequeo que se prolongó cuatro horas por parte de funcionarios de inmigración y la policía política y al final le confiscaron más de una docena de revistas y libros que llevaba consigo”.
¿Sabrán los periodistas de ese diario las penurias que sufren los cubanos y norteamericanos que regresan a Miami en el aeropuerto de esa ciudad procedente de Cuba?
Los inspectores de la Aduana de Miami o de cualquiera de las ciudades norteamericanas que despachan vuelos procedentes de la Isla, revisan minuciosamente a los pasajeros que “escogen” según su deseo, confiscándole cualquier artículo que ellos entiendan viola las leyes del injusto y criminal bloqueo, pudiéndose demorar cuatro o cinco horas en la instalación.
Un pasajero no puede importar un simple tabaco hecho en Cuba, ni una camiseta con la imagen de Ernesto Guevara, o un libro de Fidel Castro, un afiche con una foto que no les agrade, cualquier cosa que pueda demostrar que en la Isla no existe la situación de represión que ellos dibujan cotidianamente en la prensa.
¿No conocerán estos periodistas que los cubanos que arriban a New York para asistir a reuniones en la ONU, son conducidos a un cuarto donde permanecen horas y se les retira el pasaporte aunque este sea diplomático y ostente un alto cargo en el Ministerio de Relaciones Exteriores o en el gobierno? Más le valdría a la prensa de Miami precisar cómo actúan las autoridades norteamericanas, antes de difamar a las cubanas tratando se satanizarlas, y sobre todo con la pretensión de hacer pasar por santos a quienes le vendieron hace tiempo su alma al diablo.
Antes de iniciar estas campañas contra Cuba deben preguntarse quien sufragó los viajes de esos asalariados y qué les instruyeron para que intenten – en vano- destruir a la Revolución cubana, incluidas las lecciones ofrecidas por el polaco Lech Walesa a Eliécer, de cómo la CIA lo ayudó en sus acciones.
Supuestamente si uno de los Ocupantes de Wall Street regresara a Miami procedente de la Habana, por terminar un entrenamiento como los que acaban de recibir Yoani Sánchez, Berta Soler, Orlando Pardo, Antonio González-Rodiles, o el propio Eliécer Ávila, estaría de inmediato encarcelado y acusado de conspirar contra el sistema.
(Publicado originalmente en El Heraldo Cubano)