Por Arthur González
Bien se conoce que la mafia anticubana radicada en Miami ha encadenado la política exterior de Estados Unidos en el tema Cuba, y durante nueve administraciones lograron impedir un cambio en las relaciones de la potencia más poderosa del planeta, con una pequeña isla ubicada en el centro del Mar Caribe.
Eliminado el sistema socialista europeo, solo Cuba quedó en el hemisferio occidental con las ideas de construir una sociedad más justa y equitativa, donde los valores de los seres humanos están por encima del enriquecimiento de un puñado de personas, algo que los yanquis no soportan por el ejemplo que irradia para los que padecen de los males del capitalismo.
Desde que Estados Unidos reconociera en diciembre 2014, el fracaso de su política contra Cuba y la necesidad de cambiarla para lograr sus sueños de desmostar el socialismo, la mafia anticubana integrada por servidores del tirano Fulgencio Batista, inició su trabajo para impedir que las relaciones entre ambos países pudieran ser normales.
La primera reacción fue la de presionar en el Congreso para impedir un levantamiento de la Guerra Económica, a la que ellos llaman eufemísticamente “Embargo”. La segunda consiste en preparar a la contrarrevolución interna, denominada como “disidencia”, para ejecutar actos provocativos que puedan ser manipulados mediáticamente y acusar a Cuba de “reprimirlos”.
Esa mafia terrorista que tiene un pasado tenebroso dentro de Estados Unidos, con su participación en la invasión a Cuba por Bahía de Cochinos, el asesinato del presidente J.F. Kennedy; la instalación de micrófonos en el llamado Caso Watergate; el asesinato de personalidades latinoamericanas como el ex canciller chileno, Orlando Letelier; el tráfico de drogas hacia Estados Unidos y la entrega de armas a la contrarrevolución nicaragüense; unido a los cientos de actos terroristas dentro y fuera de Estados Unidos, es la que se declara “defensora” de los derechos humanos.
En esa cuerda orientan y financian a la “disidencia” cubana para que declare que después del 17.12.2014, la represión del Gobierno cubano se incrementa contra ellos, algo que los hechos se encargan de desmentir.
¿Cuántos viajes a Estados Unidos han realizado los principales cabecillas de los grupúsculos contrarrevolucionarios en los últimos dos años?
¿Qué gobierno que arrecie la represión deja salir al exterior a entrenarse a sus principales opositores?
Quienes duden de esto solo deben buscar los viajes de la presidenta de las llamadas “Damas” de Blanco, Berta Soler, quien cambia de imagen mensualmente gracias al dinero que recibe para sus acciones, del cual se apropia indebidamente facilitándole la compra de una residencia de tres niveles en una zona residencial de La Habana.
Otro que no calienta su cama en La Habana es Antonio Enrique González-Rodiles, director del fracasado “Estado de SATS”, y actual coordinador del nuevo engendro denominado “Foro por los Derechos y Libertades”, quien mensualmente viaja a Miami a recibir orientaciones.
Lo mismo hacen Laritza Diversent, directora del grupúsculo “Cubalex”; Manuel Cuesta Morua, al frente de fantasmal “Partido Arco Progresista”, y hasta la vetusta Martha Beatriz Roque, autora de burlescas huelgas de hambre que resultaron falsas, solo para recuperar el protagonismo que tuvo años atrás.
El patrón de conducta orientado en Miami por la mafia anticubana, es el de declarar que la “represión” contra ellos se incrementó después de la visita del presidente Barack Obama a La Habana y que solo el Gobierno y los militares se benefician de esas nuevas relaciones.
El fin que persiguen está claro y puesto de manifiesto en las nuevas enmiendas aprobadas por el Congreso en fecha reciente, arreciar las acciones de Guerra Económica para aumentar las penurias del pueblo cubano.
La mafia y sus voceros en la isla, los llamados “disidentes”, afirman que el pueblo no se ha beneficiado de las nuevas relaciones diplomáticas, algo falso pues los visitantes norteamericanos en su gran mayoría se hospedan en casas de renta privadas y no en hoteles estatales, almuerzan y cenan en restaurantes privados, y adquieren suvenires con los artesanos y no en tiendas estatales.
Por ese motivo es que los ideólogos del Consejo de Seguridad Nacional plantean la importancia de fortalecer la sociedad civil, la que aspiran sea quien ejecute los cambios de sistema económico y político en Cuba.
En ese nuevo concepto la “disidencia” no juega papel alguno, pues sus servicios prestados a Estados Unidos solamente son para actos provocativos que sostengan las campañas de la supuesta violación de los derechos humanos, de ahí que el tratamiento que reciben actualmente en la embajada yanqui es diferente al de hace dos años.
Una de las quejas de Berta Soler es precisamente que ya no tiene derecho a navegar por Internet en los locales de la embajada como lo hacía antes, pues ahora, según ella, la prioridad la tienen jóvenes cubanos que no pertenecen a los grupos “disidentes” y son preparados en cursos de idioma inglés.
La lucha por el protagonismo es amplia y diversa, porque mientras el Consejo de Seguridad Nacional trabaja por minar desde adentro el socialismo cubano, la mafia miamense y sus asalariados internos ven peligrar el protagonismo que durante medio siglo han tenido en la política anticubana, temiendo ser ignorados en los futuros cambios que sueñan con ejecutar en Cuba.
Esa es la razón del incremento de las falsas denuncias respecto al incremento de las “acciones represivas” del Gobierno cubano, con el fin de presionar a la Casa Blanca e incluso a Europa, para que no den pasos hacia una mejoría en las relaciones con la Isla, algo que no podrán impedir pues la vida demostró que las viejas políticas fracasaron y solo sirvieron para gastar cientos de miles de millones de dólares pagados con el dinero de los impuestos aportados por los ciudadanos norteamericanos.
Razón tenía José Martí cuando afirmó:
“La creencia ciega en verdades no probadas, y que no tienen medio humano de probarse, destruyen la dignidad de la inteligencia y la del carácter”.