Por Miguel Fernández-Díaz
Todo el alboroto en torno al asesinato de Oswaldo Payá y Harold Cepero arranca de que otro carro golpeó por detrás al auto Hyundai en que venían, con Ángel Carromero al volante y el sueco Aron Modig al lado.
- “Dice Ángel que un carro lo empujó fuera de la carretera,” reza el mensaje original de Modig, que fijó a Carromero como único testigo
- Al romper su silencio en inglés, Carromero dijo: “the car had gotten too close — and suddenly I felt a thunderous impact from behind” (Washington Post, 5 de mayo de 2013)
- Al romper su silencio en español, recalcó: “el coche nos embistió por detrás y nos sacó de la calzada” (El Mundo, 5 de agosto de 2013)
Vamos a dejarnos de buscar contradicciones donde no hay, como hizo el bloguero castrista Iroel Sánchez en “Carromero, háblame de colores,” porque este último se refirió en español a un “vehículo azul” y en inglés, a un old red Lada. Sánchez no advierte que Carromero dijo: Eventually it was an old, red Lada. And then another, newer car appeared and began to harass us. Este otro sería aquel azul, pero la clave radica en que la colisión es puro invento de Carromero.
Vamos a desentendernos de que tres testigos presenciales (un bicicletero, un tractorista y un peatón) no vieron ningún otro carro y fueron contestes en sus declaraciones de que el Hyundai se impactó contra un árbol de la cuneta.
Vayamos a la foto nítida del Hyundai: no hay impacto ni embestida por detrás. Sólo quienes no tienen ojos porque no quieren ver pueden alucinarse con que el óvalo encierra marcas correspondientes a impacto o embestida de otro vehículo. El expediente de instrucción policial tiene, además, fotos detalladas y dictámenes de peritos que descartan toda colisión con otro vehículo.
Sólo que esto no interesa a la prensa centrada en animar las audiencias. Por eso Carromero va a los periódicos, en vez de a los tribunales, como indicó el canciller español José Manuel García-Margallo para zanjar el asunto de una vez y por todas.
A la proclamación de la verdad no puede seguir otra cosa que la búsqueda de la justicia, sobre todo si quien proclama es víctima, pero Carromero sabe que no puede replantear su causa penal en España con el alegato de que su confesión en Cuba fue obtenida bajo coacción, porque su ardid original para librarse de la culpa del accidente: que otro carro lo golpeó por detrás, quedó refutado sin remedio con pruebas periciales.
Lo que hace Carromero es montar otro circo mediático, con cura y todo, mientras se continúa exigiendo la investigación internacional de un caso cerrado por las autoridades cubanas. Tal reclamo no sólo es ingenuo o hipócrita, sino contrario a Derecho: la carga de la prueba corresponde a quien alega. Y la Audiencia Nacional está en Madrid: Hic Rhodus, hic salta.
(Publicado originalmente en Cubaencuentro)